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Lo que es caro es no ir. Ya lo dice la canción: «Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor». Y aquí creemos que el hecho de que la salud sea lo primero en la lista no es una cuestión de ritmo ni métrica musical, sino que realmente es lo más importante.

No hay que poner precio a la salud. Pero hablemos de la vida real.

Tradicionalmente el dentista se ha relacionado con los tratamientos costosos. Hace un par de décadas no todo el mundo podía permitirse una ortodoncia o un implante. Y años antes, la gente se pasaba la vida perdiendo piezas por ir al dentista solo cuando un dolor de muelas era más intenso que el del bolsillo. Afortunadamente, esto ya no tiene por qué ser así.

Es cierto que existen motivos obvios por los que el dentista no es algo barato tampoco. Al menos un dentista del que te puedas fiar. El principal es el coste del material necesario. Una clínica a la última –que te garantice unos buenos resultados– necesita una inversión considerable. Sin embargo, en la medida de lo posible, se procura que esto no repercuta en el paciente. ¡Que qué culpa tiene! Por supuesto, ha habido una reducción en general de los precios gracias a formas de tratamiento desarrolladas en los últimos años que lo permiten, como el Sistema Damon, que busca entre otras cosas evitar la extracción de piezas siempre que sea posible y reducir el número de visitas a la clínica durante un tratamiento prolongado. Por otro lado, hoy la mayoría de las clínicas, como es el caso de Lobo y Sariego, cuentan con sistemas de financiacion que permiten ajustar mucho los gastos a las posibilidades del paciente.

Como ves, estamos intentado que el que puedas disfrutar de una boca sana no sea una cuestión de economía. Acude al dentista de tu barrio, infórmate, pide un presupuesto y su forma de financiación y estamos seguros de que te sorprenderá ver hasta qué punto el dentista ha dejado de ser un lujo hoy en día.

Que no salga caro para tu salud lo que puedes pagar con dinero.